miércoles, 17 de agosto de 2011

Asamblea electoral del Colegio de Sociólogos de Lambayeque


COMUNICADO
Se comunica a los Miembros del Colegio de Sociólogos de Lambayeque que la Asamblea programada para el Día sábado 20 de agosto, ha cambiado de sede.
La Asamblea se realizará en: Av. Balta N° 658 3er. Piso (Altos RENIEC), Distrito de Chiclayo, Provincia de Chiclayo, Departamento de Lambayeque.
La hora de la reunión se mantiene.
Primera citación: 4:00 pm
...Segunda citación: 4:30 pm


(Firma)

Dr. Pedro Pablo Ccopa Antay
Decano Nacional 
Colegio de Sociólogos del Perú

jueves, 5 de mayo de 2011

Guía para redacción del Informe de Trabajo Profesional en Sociología, EPS-FACHSE-UNPRG

Están aquí las pautas centrales para la redacción del informe de trabajo profesional en Sociología, una de las opciones para acreditar competencias profesionales para optar la titulación en Sociología.
Ver la guía haciendo clic en: Guía ITP

Guía el Informe de Prácticas Preprofesionales, EPS-FACHSE-UNPRG

Esta guía contiene los elementos que debe contemplar el informe de prácticas de Sociología. Debe estar refrendado por el profesor asesor de prácticas y el responsable o monitor de las prácticas en la empresa donde se realizan éstas.
Descargar haciendo clic en Guía Informe PPP

miércoles, 4 de mayo de 2011

Ranking de investigaciones de las instituciones peruanas

El día 25 de abril, el Dr. Félix de Moya Anegón (Ciudad Real, 1955), Consultor español experto en divulgación de los resultados de investigación e investigador principal de la Unidad Asociada Grupo SCImago, se reunió con varios responsables de investigación de diversas universidades del país, con el objetivo de conversar sobre el estado actual de la divulgación de la investigación en el Perú y sobre las estrategias para darle una mayor visibilidad.
El Dr. Félix de Moya, sostuvo que los aspectos relacionados con la calidad científica, son el impacto (índice de citas) y la excelencia de las publicaciones (impacto por encima de un umbral prefijado). Sostuvo que si bien la calidad científica no se mide (la calidad se acredita por pares científicos) sí se mide el impacto, dio a conocer que el promedio de impacto de las universidades más productivas del mundo es de 2.5 y el promedio de impacto peruano es de 1.4. Reconoció que la fortaleza peruana en temas de investigación es la Biomedicina y la Bioagricultura y que en Scopus existen dos revistas peruanas dentro de los Q1 y Q4 (cuartiles 1 y 4), la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana y la Revista de Gastroenterología del Perú. Explicó que las colaboraciones internacionales (uno de los cinco indicadores que usan para caracterizar instituciones de investigación) pueden ser colaboraciones puras: cuando una institución nacional colabora con otra internacional sin implicar a otra nacional, y pueden ser colaboracioneshíbridas: cuando varias nacionales colaboran con una o varias internacionales. En el caso peruano existe una relación directa entre el impacto y la colaboración. Finalmente señaló que la reputación de una universidad se basa en los resultados obtenidos por el trabajo de sus investigadores, sugirió que las prácticas de marketing científico, el compromiso de las universidades por la visibilidad de los resultados de sus investigaciones, la colaboración con universidades con mejor reputación y el desarrollo de sistemas de incentivos orientados a la internacionalización de la producción científica, constituyen  prácticas que podrían mejorar la productividad y la visibilidad científica de las universidades peruanas.
¿Qué otras pácticas crees importantes para incrementar la producción científica y la visibilidad en tu universidad?
 Descargar la presentación del Dr. Félix de Moya AQUÍ
Información tomada de ANR-DGICU

martes, 3 de mayo de 2011

HUÁNUCO: VIII CONGRESO NACIONAL Y VI SIMPOSIO INTERNACIONAL DE SOCIOLOGÍA

Huánuco, 20 al 24 de junio del 2011


I. PRESENTACIÓN
La ciudad de Huánuco, fundada en la época de la colonización española, ha conservado una situación marginal en el desarrollo socioeconómico, cultural y político en el Perú, reflejando las contradicciones del subdesarrollo y del atraso en el que actualmente se desenvuelve. En este contexto es fundamental acercar nuestras visiones de la sociología actual y acercar la teoría sociológica a los urgentes problemas de la realidad local, regional y nacional, que nos permitan tener una visión de futuro para nuestros pueblos.
 
Con este objeto los docentes de la Escuela de Sociología de la Universidad Nacional Hermilio Valdizán de Huánuco convocan a los sociólogos y profesionales de ciencias sociales del Perú a participar en el VIII Congreso Nacional de Sociología y en el VI Simposio Internacional, a llevarse a cabo en la ciudad de Huánuco entre el 20 y 24 de junio del 2011.
 
Con este propósito les hacemos llegar los objetivos, la metodología, las mesas de trabajo, la sección de informes, inscripción y la coordinación académica para la inscripción de ponencias, con sus correspondientes direcciones.
 
 
II. OBJETIVOS
  • Realizar reflexiones sobre las nuevas visiones teóricas de la sociología en el siglo XXI.
  • Analizar el impacto de la globalización y de la crisis del neoliberalismo en contextos de América Latina.
  • Examinar las políticas sociales, la desigualdad social, la exclusión, la violencia y la inseguridad ciudadana en contextos de la realidad nacional.
  • Evaluar los principales problemas económicos, sociales, ambientales, políticos y culturales de la sociedad peruana en la primera década del siglo XXI
  • Examinar la formación profesional de los sociólogos con perspectivas a su acreditación.
III. METODOLOGÍA
 
El Congreso se desarrollará en torno a los siguientes ejes temáticos:
  1. El impacto del modelo económico neoliberal en la sociedad peruana en la primera década del siglo XXI .
  2. La desigualdad social, la pobreza, la violencia, la inseguridad ciudadana en contextos nacionales.
  3. Democracia, gobernabilidad y cultura política
  4. Desarrollo de ciudades en el Perú y su problemática
  5. Desarrollo rural en el Perú y su problemática
  6. Multiculturalidad y movimientos sociales.
  7. La formación profesional de los sociólogos en el siglo XXI.
Los contenidos de los ejes temáticos se discutirán en las Mesas de Trabajo, las cuales estarán a cargo de sociólogos de las escuelas académico profesionales existentes en las diversas universidades del país, de ONGs, investi-gadores de las ciencias sociales, profesionales y otros actores que intervienen en programas y proyectos referidos a la temática del congreso.
 
Las mesas de trabajo estarán a cargo de un Coordinador, un relator y un vocal, quienes darán los criterios orienta-dores de la exposición de las ponencias y de su discusión, presentando el informe correspondiente.
 
Se encuentra abierta la recepción de propuestas para me-sas de trabajo indicando la institución responsable y la participación de ponentes.
 
El Simposio Internacional abordará los siguientes temas:
  1. Globalización y crisis neoliberal siglo XXI: Visiones de la Sociología.
  2. Perspectivas de la Sociología Latinoamericana en el siglo XXI.
 
IV. MESAS DE TRABAJO DEL CONGRESO NACIONAL
  1. Desnacionalización Económica y el rol de los empresarios
  2. Neoliberalismo y Educación. La exclusión educativa.
  3. La Universidad Peruana: Problemas y Perspectivas
  4. Reforma del Estado y Lucha Contra la Corrupción
  5. Centralismo y Regionalización : Problemas y Perspectivas
  6. Los Gobiernos Locales: Problemas y Perspectivas.
  7. Democracia, Concertación Social y Gobernabilidad
  8. Sociedad Civil, Cultura Política y Participación Ciudadana.
  9. Precarización del Trabajo y Políticas Laborales.
  10. Pobreza, Desigualdad Social y Políticas Sociales
  11. Violencia y Seguridad Ciudadana
  12. Desarrollo de Ciudades y su Problemática
  13. Sociología Rural: Problemas y Perspectivas.
  14. Familia: Infancia, Juventud y Desigualdad de Género.
  15. Sociología de la Salud: Políticas y Problemas
  16. Sociología del Consumo, de la alimentación y Calidad de Vida
  17. Multiculturalidad: Protestas, acción colectiva y movimientos sociales
  18. Formación Profesional del Sociólogo en el Siglo XXI
 
V. RESÚMENES Y PONENCIAS
 
1. Resúmenes:
  • Extensión 500 palabras, tipografía Arial 12.
  • Datos: Nombre del autor (es), institución, mail, teléfono.
  • Vencimiento: 5 de junio del 2011.
2. Ponencias:
  • Extensión promedio 10-15 páginas, tamaño A4, tipografía Arial 12.
  • Datos: Nombre del Autor (es), institución, mail, teléfono.
  • Vencimiento: 15 de junio del 2011.
  • Envíar al Coordinador Académico:
  • E_mail: ortzilovón@yahoo.es Télefono: 962970578
 
VI. INSCRIPCIONES
  • Profesionales: 150 nuevos soles
  • Ponentes: 100 nuevos soles
  • Estudiantes: 40 nuevos soles
Pagar en el Banco Continental: Congreso Nacional de Sociología
BancoOficinaCuentaD.C.
00110210020058277422
 
 
VII. INFORMES
 
VIII. COORDINACION ACADEMICA
 
IX. SERVICIOS
 
1. Transporte Huánuco - Lima
  • Ómnibus 50 nuevos soles
  • Avión 70 dólares
 
2. Carreras en la ciudad
  • 3 nuevos soles
 
3. Alojamiento
  • Desde 10 nuevos soles hasta 150 nuevos soles por día.

sábado, 19 de marzo de 2011

QUEDA PROHIBIDO


QUEDA PROHIBIDO

Queda prohibido llorar sin aprender,
levantarse un día sin saber que hacer,
tener miedo a tus recuerdos…

Queda prohibido no sonreír a los problemas,
no luchar por lo que quieres,
abandonarlo todo por miedo,
no convertir en realidad tus sueños…

Queda prohibido no intentar comprender
a las personas,
pensar que sus vidas valen menos que la tuya,
no saber que cada uno tiene su camino y su dicha…

Queda prohibido no crear tu historia,
no tener un momento para la gente que te necesita,
no comprender que lo que la vida te da,
también te lo quita…

Queda prohibido, no buscar tu felicidad,
no vivir tu vida con una actitud positiva,
no pensar en que podemos ser mejores,
no sentir que sin ti, este mundo no sería igual…
Pablo Neruda

jueves, 9 de diciembre de 2010

La felicidad como indicador de calidad de vida



Alberto Chirif

El autor explora el concepto de felicidad tal como se concibe desde la sociedad occidental y critíca con agudeza a quienes promueven un modelo económico “caótico y destructor”.
Sin duda, cuando las futuras generaciones estudiencómo contabilizamos como desarrollo y felicidad nacional
un crecimiento económico que consistía en recalentar la
atmósfera, derretir los glaciares, crear escasez de agua, alimentos
y subir peligrosamente el nivel de los mares, clasificará el PBI como
el más conspicuo indicador de nuestra barbarie.

Oswaldo de Rivero, “Más de dos siglos buscando la felicidad”. En Le Monde Diplomatique, agosto del 2010

La lectura de un artículo de Oswaldo de Rivero,1 ex embajador del Perú en la ONU, del cual he extraído el epígrafe que encabeza estas reflexiones, me ha quitado el temor de escribir sobre un tema que me venía dando vueltas en la cabeza pero que no sabía cómo llamar ni, menos, encarar: ¿Alegría, felicidad? En suma, quiero referirme a la capacidad de los indígenas de asumir las tareas que plantea la vida cotidiana con buen humor, con gran capacidad de reír mientras trabajan. Salvo casos extraordinarios, como los que han vivido la barbarie desatada por la subversión durante la década de 1980 y parte de la siguiente, y otros que son consecuencia de haberles expropiado sus territorios y convertido en dependientes de un sistema económico que no les ofrece otra alternativa que vender barato sus productos y trabajo, me atrevo a decir que ellos no conocen la palabra estrés.Digo temor porque, pensaba, cómo podría escribir acerca de este tema sin perderme en apreciaciones subjetivas, ya que, a fin de cuentas, la felicidad es algo muy personal y exclusivo de cada quien. Además, ¿cómo medir la felicidad de la gente? La lectura del referido artículo me ha ayudado a superar el entrampe, al menos por dos razones. La primera, porque me hizo reflexionar sobre los indicadores que actualmente usan los organismos nacionales e internacionales para medir la pobreza o el desarrollo,2 y llegar a la conclusión de que si bien los datos que se extraen de las mediciones son objetivos (porcentajes de alfabetismo, escolaridad, servicios de saneamiento y otros), inducen a conclusiones poco fundadas que, con frecuencia, solo sirven para que los políticos y propagandistas de este modelo de desarrollo justifiquen sus decisiones y las impongan. Pongo enseguida algunos ejemplos.El analfabetismo (alfabetismo para el índice de desarrollo humano-IDH) sugiere en la mente del lector la idea de que el alfabetizado lee. Esto es cierto solo a veces, al punto que hoy los estadígrafos han creado el concepto “analfabeto funcional” para referirse a aquellas personas que, habiendo aprendido a leer, no leen, por la razón que fuera: falta de dinero para comprar libros o de interés por la lectura, por ejemplo. Pero el tema se puede llevar más lejos. Como la lectura no es un fin en sí mismo sino un medio para que la gente se desarrolle intelectualmente, se desenvuelva como un ciudadano con mayor conciencia cívica sobre sus derechos y deberes, y alcance finalidades más pedestres, como superar la prueba de un examen para un cargo determinado y mejor remunerado que el que tiene (si lo tiene); y considerando que una parte de la población lectora solo lee basura, como la prensa amarilla que únicamente consulta en los titulares que se exhiben en los quioscos de periódicos (en esto se limitan a lo justo, dado que esos diarios no desarrollan los contenidos adentro), es claro que una lectura así no está cumpliendo los fines que se proponen los programas de alfabetización. Me pregunto: ¿Por qué lectores de insultos y difamaciones propaladas contra personas críticas de regímenes políticos, viles en sí y envilecedores de los ciudadanos, deben ser considerados más desarrollados que personas basadas en la tradición oral y que mantienen su capacidad (aunque mellada por la “modernidad”) de transmitirse relatos que reviven los actos fundadores de su mundo y sus costumbres?

Pero para que no se piense que el caso del indicador comentado es una excepción, tomo otro: agua potable, calificativo generoso para referirse al agua que le llega a uno a través de tuberías, pero que no corresponde a la realidad del nombre: bebible, saludable. Aunque en cada caso hay variaciones, ni aun en Lima la gente se atreve a beber dicha agua, al menos aquélla con ciertos recursos, porque, como siempre, los pobres tienen que contentarse con lo que les llega. ¿Es esto algo cualitativamente mejor que recoger agua en tinajas de quebradas o puquios? En honor a la verdad, también debo decir que la modernidad, representada por industrias contaminantes y por ciudades en crecimiento que arrojan desperdicios sin tratamiento al agua, ha hecho que las cosas cambien en muchos lugares.
Un indicador como el ingreso monetario que no tome en cuenta las condiciones en que vive la gente es un dato mentiroso. Una familia de cinco miembros que gana 500 soles al mes es pobre si vive en la ciudad, porque ese dinero no le permite afrontar los gastos necesarios para llevar una vida digna; mientras que para una que vive en una comunidad se trata de un ingreso importante (ojo: expresamente no digo que la convierte en rica), porque tiene asegurada parte de la alimentación mediante su trabajo en la chacra, en el monte y en los ríos; dispone de una casa que él mismo construye y repara, de agua limpia (salvo los casos de contaminación ya citados) y, lo que es importante, de un vecindario de parientes con los que mantiene una relación de intercambio recíproco de bienes y servicios.

No se diga ahora que sostengo que no es importante que los indígenas vayan a la escuela, se alfabeticen, tengan derecho a mejores servicios de salud y salubridad y cosas por el estilo.
Por cierto, ellos mismos quieren y buscan estas mejoras. Lo que digo es que la manera como esto se realiza no está mejorando la calidad de vida ni de ellos ni, en general, del resto de la población que lee titulares chatarra en los quioscos de periódicos.
Otra manera de manipular los datos estadísticos es la que ha hecho De Soto en su último despilfarro de dinero (ocho páginas a color, en suplemento especial de El Comercio, 5/6/2010, en día sábado, es algo que debe costar por lo menos unos 70 mil soles), bajo el título “La Amazonía no es Avatar”. Allí él señala que hay quienes afirman que “los indígenas son ricos a su manera”, algo que en realidad nunca he leído, lo que, claro, no quiere decir que, efectivamente, alguien haya mencionado tal despropósito. Lo que sí he leído, e incluso firmado personalmente, es que “los indígenas no son pobres”, aludiendo al hecho de que cuenten aún con comida, vivan en un medio ambiente sano y tengan capacidad de manejar sus propios conflictos internos. Esto, claro, a menos que los “programas de desarrollo” —colonizaciones y otros— los hayan despojado de sus tierras y bosques y que las industrias extractivas hayan contaminado su hábitat y deteriorado su propia salud. La afirmación que hace el economista es tan absurda como glosar a quien afirma que “no todos los políticos son corruptos”, señalando que “los políticos son virtuosos a su manera”.
Me refiero ahora a cómo De Soto usa los datos estadísticos para apoyar su propuesta de que la alternativa de los indígenas es convertir sus tierras en mercancía. Señala él muy contento, pensando haber encontrado el argumento contundente que justifica su idea, que “cinco de los distritos más pobres del Perú (Balsapuerto, Cahuapanas, Alto Pastaza3 y Morona, en Loreto; y Río Santiago, en Amazonas) se localizan en zonas indígenas de la Amazonía norperuana”. Lo primero que hay que decir es que, de acuerdo con el INEI,4 entre los diez distritos que considera más pobres del Perú no está ninguno de los que él cita y no hay ninguno de las regiones y provincias que menciona. Lo segundo es que, según la misma fuente, existen muchos distritos que no tienen población indígena que se encuentran en situación de pobreza, incluyendo algunos de Lima. Pero lo que aparentemente quiere demostrar De Soto con su referencia es que la causa de la pobreza de esos distritos (efectivamente Balsapuerto ocupa el puesto 12 en el ranking nacional de pobreza y Cahuapanas el 16, seguidos muy de lejos por Morona —242— y Andoas —246—) se debe a la presencia de población indígena que vive en comunidades. Se trata de un disparate, porque los indicadores de medición de la pobreza son consecuencia de la falta de inversión del Estado en escuelas, salud, saneamiento y en otros campos. Entonces su información implica más un cuestionamiento al Estado que al modo de vida de los indígenas, que es mucho más grave incluso considerando que al menos dos de esos distritos que menciona (“Alto Pastaza” y Morona) se encuentran en una zona donde la industria petrolera extrae buena parte de los hidrocarburos que produce la selva peruana.
¿O es que él piensa que vendiendo sus tierras los indígenas van a tener dinero para mandar a sus hijos al Markham, contratar seguros en la Clínica Anglo-Americana y pagar a Odebrecht la instalación de servicios de saneamiento?
La cuestión es qué derecho asiste a los propagandistas del mercado para pretender incorporar —o, mejor dicho (porque ya están incorporados), hacer depender— a gente que por sus propios medios, con su inteligencia y esfuerzo, construye, con cierta independencia de los circuitos comerciales, sus propias condiciones de vida, que, si bien no hacen que viva en la abundancia (¿por qué ésta debe ser considerada un valor universal?), no la condenan a la falencia ni a la desesperación del que nada tiene, ni a la frustración del que se tragó el cuento de que la modernidad (mejor educación, salud, salubridad y, sobre todo, más dinero) es un objeto al alcance de la mano para todos quienes estén dispuestos a estirarla (y a vender sus territorios ancestrales). ¿No son acaso indicadores contundentes de que la cosa no funciona la falta de trabajo de millones de peruanos, los deplorables resultados que arroja la evaluación del sistema escolar, el aumento crítico de enfermedades en los sectores más pobres, la creciente violencia social que azota a todo el país y los procesos de destrucción del medio en los que por desgracia a veces los propios indígenas se han convertido en agentes activos?

La segunda razón por la cual el artículo de De Rivero me ayudó a superar el bloqueo que sentía para abordar el tema es que por él me enteré de que la felicidad constituye hoy un indicador de calidad de vida y bienestar usado por los estadígrafos en los países desarrollados. Mis reflexiones, no obstante, van en otra dirección que las de ellos, en primer lugar, porque el punto de partida son realidades nacionales totalmente distintas: sociedades ricas, altamente industrializadas, aquéllas; versus una sociedad como ésta, empobrecida por la corrupción al grado de metástasis de políticos que prefieren el regalo de los recursos nacionales a cambio de prebendas recibidas bajo la mesa, al trabajo honesto para construir país en beneficio de todos los ciudadanos.

Una diferencia entre esas sociedades aludidas es que en el Perú existen pueblos indígenas que, a pesar de estar insertos en las redes nacionales que dominan el conjunto del país (de las que derivan sus peores problemas: contaminación de sus hábitats, intercambio desigual con el mercado, pérdida de conocimientos propios adecuados a su realidad a cambio de rudimentos adquiridos en la escuela y otros), mantienen un grado de autonomía que les permitiría, con una mejora sustantiva de los servicios sociales del Estado, fortalecer una opción de desarrollo basada en las capacidades de su gente para manejar de manera sostenible el medio ambiente y no solo en el incremento del PBI.

¿Cómo plantean la felicidad los ciudadanos en los países desarrollados? La respuesta sigue los planteamientos hechos por De Rivero en el artículo que comento, que, a su vez, se basan en diversos estudios sobre el tema. El factor principal de la felicidad es el dinero, no solo para lo necesario sino, mucho más que eso, “para adquirir y consumir las nuevas necesidades creadas por el mercado y la publicidad” (ibid.: 4). Como éstas son ilimitadas, la búsqueda de la felicidad se convierte en estrés que termina por conducir a la infelicidad. No basta un auto, es mejor tener dos —sobre todo si el vecino ya se adelantó—, que además hay que cambiar para estar con el último modelo; ni una casa: hay que tener también otra de playa y mejor aun una más de campo, además de la urbana, y así sin parar. Ésta es la lógica del sistema: producir y consumir de manera ilimitada, porque el día que esto se detenga, el sistema colapsará. Un adelanto de esto ha sido la crisis económica desatada en los Estados Unidos hace pocos años, que no fue causada por problemas de mala administración. Fue, en cambio, manifestación de la crisis de un sistema fundado sobre el consumo, como lo son el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la acumulación de basura (incluyendo la biodegradable; si no pregúntele a los holandeses sobre el tema de los excrementos de una población porcina, varias veces superior a la de los habitantes del país) y otras. El PBI es así, desde ya, un notable indicador de la barbarie del actual sistema, aunque tal vez hoy seamos incapaces de evaluar sus estragos y tengamos que esperar que lo hagan las generaciones venideras.

Sin embargo, en los últimos tiempos han surgido dudas sobre considerar el PBI como indicador de la felicidad, sobre todo a partir de la comprobación de que su crecimiento no necesariamente implica un incremento de los ingresos de la población. Esto es algo que sucede en el Perú y otros 134 países, donde los ingresos solo crecieron en 2,3% en el periodo que va de 1960 al 2008, lo que es insuficiente para terminar con la pobreza nacional y mucho más incluso para pretender llevar la felicidad del dinero a sus habitantes. En los Estados Unidos, los premios Nobel de economía Joseph Stiglitz y Paul Krugman afirman, refiriéndose al tema de la falta de relación entre dichos factores, que el crecimiento del PBI, desde 1990, solo ha favorecido al 10% de la población (ibid.: 5).

Debido a estas consideraciones, señala el autor, los países del Norte han comenzado a buscar nuevos indicadores de felicidad en reemplazo del PBI. Así han aparecido el indicador de riqueza genuino (IRG), que pone mayor énfasis en la calidad de vida; y el índice del planeta feliz (IPF), que le da prioridad a una larga vida sin impactos nocivos contra el medio ambiente. En los Estados Unidos, Gran Bretaña y otros países europeos se han realizado estudios y se han conformado comisiones para estudiar el tema de la felicidad, y se ha creado algo así como una nueva disciplina que De Rivero califica de “happylogía”.

No obstante estas preocupaciones, de acuerdo con estos estudios y encuestas, la percepción de la población sobre el tema no ha cambiado sustancialmente: le sigue otorgando prioridad a los ingresos que le permitan consumir más allá de sus necesidades básicas. Al respecto, dice el autor: “Los psicólogos y psiquiatras tienen otras lecturas de esta cultura adquisitiva. Ellos consideran que ganar más para adquirir más está generando una neurosis, que el destacado psicólogo británico Oliver James llama Afluenza, cuyo síndrome es una ansiedad permanente por tener más y mejor, desde inmuebles, autos, pasando por todo tipo de objetos domésticos y personales, hasta más grandes senos, menos arrugas e inclusive penes más largos” (ibid.: 5).

Se trata de un síndrome que hace que la gente se identifique por lo que tiene y aparenta, lo que crea un vacío espiritual que es cada vez más corriente en los países del primer mundo o “sociedades afluentes”, a diferencia de las sociedades en desarrollo donde, según la Organización Mundial de la Salud, casi no existe. La compulsión por tener y consumir termina finalmente en el Prozac, medicamento para calmar la ansiedad y los nervios de gran venta en esos países.

El corolario es triste: la búsqueda desenfrenada de la felicidad mediante el tener más ha llevado al medio ambiente a una situación peligrosa debido al calentamiento global y demás desajustes y estragos causados sobre el hábitat; y a las personas, a la neurosis, es decir, a la infelicidad, al arribo a una meta contraria a la que estaba en su mente al inicio del camino, y a otros males, como la obesidad, los infartos, la diabetes y otras enfermedades propias de los tiempos.

En cambio, en muchos pueblos indígenas las cosas funcionan de otra manera. Ignoro cuál es el contenido que ellos le pueden dar a la palabra felicidad, por lo que sería arbitrario y subjetivo de mi parte pretender definirla. Lo que sí sé es que en las comunidades se viven frecuentemente situaciones que se puedan asimilar a ésta. No sé por esto si felicidad es la palabra para nombrar la manera cómo las familias, solas o con otras, desarrollan sus labores cotidianas, con bromas y risas y tiempo para tomar un mate de masato cuando el calor aprieta, así como para descansar y hacer visitas a parientes y allegados. Cualquiera que haya estado en una comunidad indígena amazónica ha percibido esta situación. No es que no trabajen y ganen su pan con el sudor de su frente, pero éste es consecuencia del calor y no de la carga abrumadora que le impone la competencia y el consumo.

El “buen vivir” sí es un concepto indígena, como lo ha desarrollado en un bello libro mi colega Luisa Elvira Belaunde y otras personas.5 Se trata de un concepto que, en teoría, parecería acercarse a las nuevas búsquedas emprendidas en los países desarrollados que intentan reemplazar el PBI por la calidad de vida (aunque incoherentemente, porque terminan siempre dándole prioridad al consumo). Ella se refiere a que durante su estadía en una comunidad secoya escuchó “a hombres y mujeres repetir palabras como éstas: ‘hay que vivir como gente’ (Pai Paiyeje Paidi); ‘hay que vivir bien’ (deoyerepa Paiye); ‘hay que pensar bien’ (deoyerepa cuatsaye). En lugar de apelar a principios políticos de organización residencial y jerarquía social para mantener el orden y el buen espíritu de la comunidad, ellos apelaban a la capacidad de cada una de las personas de contribuir efectivamente a su bienestar personal y al desarrollo de la vida colectiva” (28).

Precisamente en un viaje que hice en octubre de este año a una comunidad secoya, ubicada en la cuenca del Alto Putumayo y no en la del Napo, donde trabajó mi colega Luisa Elvira Belaunde, ante la pregunta a dos grupos de adolescentes (entre 12 y 17 años) sobre qué consideraban ellos que era un derecho, sus respuestas, con distinto fraseo, fueron las mismas: “derecho es vivir bien, es pensar bien”.

Qué derecho tiene la economía de mercado de destruir su vida para forzarlos a depender de un modelo caótico y destructor que se encuentra en franca crisis y que es incapaz de dar trabajo y riqueza a quienes no tienen otra alternativa que la venta de su fuerza de trabajo. Si alguien piensa que este mal durará más de 100 años y los cuerpos lo resistirán, no ve realmente la gravedad de una crisis que a estas alturas es indetenible por la falta de voluntad (y probablemente de posibilidades) de cambiar de rumbo.

¿O se trata de una idea suicida de arrastrar a todos en la caída?

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1 Rivero, Oswaldo de.“Más de dos siglos buscando la felicidad”. En Le Monde Diplomatique, agosto del 2010, pp. 4-5.
2 Los indicadores usados para evaluar la pobreza y el desarrollo de una población determinada en realidad son los mismos, pero usados al revés: si los primeros miden las carencias (analfabetismo, falta de servicios), los segundos estiman los avances (alfabetismo, servicios instalados).
3 Supongo que se refiere al distrito de Andoas, ya que el de Alto Pastaza no existe.
4 Cito la fuente: “Los resultados muestran que en el departamento de La Libertad, se ubican los distritos más pobres del país: Ongón (provincia de Pataz) con 99,7% de pobreza total y 97,2% de pobreza extrema y Bambamarca (provincia de Bolívar) con 98,7% de pobreza total y 92,4% de pobreza extrema. Cabe indicar, que de los diez distritos más pobres, seis de ellos corresponden al departamento de Huancavelica: tres en la provincia de Tayacaja (Tintay Puncu, Salcahuasi y Surcubamba), dos en la provincia de Angaraes (San Antonio de Antaparco y Anchongo) y uno en la provincia de Churcampa, que es el distrito de Chinchihuasi”. (Mapa de Pobreza Provincial y Distrital 2007. El enfoque de la pobreza monetaria. Dirección Técnica de Demografía e Indicadores Sociales. Lima, febrero 2009, p. 35).
5 Belaunde, Luisa Elvira. Viviendo bien. Lima: CAAAP, 2001. Viteri, Carlos. “¿Existe el concepto de desarrollo en la cosmovisión indígena?” (Mimeo).